- Mauritania: Mujeres engordan para casarse mejor
En la región sahariana, desde el sur de Marruecos hasta el
río Senegal, el ideal tradicional de mujer hermosa es la entrada en carnes, y
todo vale para ganar peso.
Nuakchot.- La delgadez estará muy de moda en Occidente, pero
hay culturas, como en Mauritania, donde la gordura, y más en concreto la
femenina, supone un “plus” de belleza y casi un requisito para casarse mejor. En la región sahariana, desde el sur de Marruecos hasta el
río Senegal, el ideal tradicional de mujer hermosa (aunque ahora comience a
cambiar) es la entrada en carnes, y todo vale para ganar peso.
Afortunadamente, ya son anecdóticas las “granjas de
engorde,” donde en el pasado se recluía a niñas en un régimen de internado y se
las alimentaba con una dieta hipercalórica de carnes rojas, mantequilla y leche
de camella, hasta adquirir la consistencia necesaria para atraer al buen
marido.
Hoy en día los métodos de engorde son otros, mucho más
modernos: casi nadie habla en público de ellos por ser un tema tabú y no hay
campañas educativas para combatir el fenómeno, pero el engorde o "lebluh,”
como se llama en el dialecto local, es de sobra conocido.
Las jóvenes mauritanas recurren a pastillas o jarabes para
ganar peso que se venden libremente en el mercado, sin necesidad de receta
médica; a veces, recurren a productos de engorde animal.
Un gran número de mujeres suele comprar dichos medicamentos,
cuyos precios son relativamente bajos, entre 400 y 1.200 uguiyas (entre 1,05 y
3,15 euros), según dijo a Efe un farmacéutico de una célebre farmacia en el
barrio Carrefour de Nuakchot.
Según él, dichos medicamentos no presentan riesgos
potenciales para la salud, salvo en caso de alergia.
K.M.M. Salem, de 40 años, es de las que cree que esos
medicamentos no son sólo inocuos, sino que además son “saludables" para
las delgadas: “A mis treinta años tomé dichos medicamentos para combatir mi
estado enclenque, que sufría desde mi infancia y que me acomplejaba delante de
mis compañeras y de los hombres.”
Salem recordó que las mujeres mauritanas de antaño recurrían
a las prácticas de obesidad a la fuerza para adquirir formas generosas antes de
la edad de madurez, cosa que ahora rechaza categóricamente.
Para ella, tiene que haber una diferencia entre el cuerpo de
un hombre “musculoso y tieso” y de una mujer “carnosa y suave,” aunque esto sea
diferente de la obesidad, que para ella es una enfermedad.
Muntagha uld Beyah, de 37 años, vendedor ambulante,
considera a las mujeres flacas como sinónimo de “miseria y malnutrición.”
"Dichas mujeres sólo me dan pena, cómo quieres entonces que la quiera o me
case con ella,” se preguntó.
No obstante, Lalla Aicha, una estudiante de 17 años soltera,
denuncia el consumo de pastillas o jarabes que abren el apetito, si no es bajo
receta médica.
Aicha asegura que “la práctica de la obesidad química, en
cuanto a resultados, es la misma que las prácticas medievales de engorde de
nuestras abuelas.”
La joven reconoce que muchos hombres son aficionados a las
caderas carnosas y las piernas rellenas de las mujeres, pero reprueba el hecho
de que esto conduzca a prácticas dudosas desde el punto de vista sanitario.
La activista social Jadiyetu mint Mohamdi, miembro del buró
ejecutivo de la Asociación de Mujeres Cabeza de Familia en Mauritania (AFCF),
subrayó que un gran número de mujeres llegan hasta el punto de tomar pastillas
destinadas a engordar a los gansos.
Así lo confirma también el farmacéutico de Carrefour,
poniendo como ejemplo el fármaco Dexamytazone, llamado comúnmente en Mauritania
DregDreg, que acelera la adquisición de lípidos.
Junto a los riesgos de consumo de dichos medicamentos se
añaden los perjuicios conocidos de la obesidad como las enfermedades
cardiovasculares, la hipertensión arterial, la diabetes o el reumatismo,
recordó Mohamdi en una entrevista con Efe.
Mohamdi apuntó que la persistencia de esa mentalidad de
obsesionarse por ganar peso en la sociedad mauritana se debe a la deficiente
escolarización, y reivindicó más esfuerzos de sensibilización a este respecto
tanto en esferas oficiales como en la sociedad civil.
El camino es largo, porque se trata de cambiar mentalidades.
Al fin y al cabo, en el país es conocido el dicho de que “una mujer vale todo
el oro que cabe en el espacio que ella ocupa en una estera": a mayores
muslos, más oro.
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